No hay duda de que el arte en la actualidad, tal y como pasó ya hace milenios, está impregnado de elementos eróticos, sensuales y sexuales, y eso genera que mucha gente se pregunte la diferencia entre erotismo y porno. Desde luego que la pornografía lleva una buena delantera en los últimos tiempos en cuanto a preferencia entre el público, pero quizá es que la gente no termina de ver una frontera en el arte entre lo que es una cosa y otra. Porque, ¿realmente existe tal frontera? Quizá los criterios utilizados para distinguir entre lo erótico y lo pornográfico están tan impregnados de valores morales, estéticos y religiosos personales, que sea más una diferencia de percepción que de hechos.
No es una coincidencia que cuando los académicos reflexionan sobre el erotismo en las bellas artes, con frecuencia consideran la forma humana como el artista la ha idealizado más o menos. Ya sea que el medio visual sea el dibujo, el grabado, la litografía, la pintura, la escultura, la fotografía o el cine, consideran que el creador se esfuerza por capturar cierta belleza casi inexpresable sobre la anatomía humana o el acto del amor. Y dado que la percepción misma de la belleza, o lo que es estético, es en última instancia subjetiva, en general son conscientes de que el sentido de lo bello de un artista podría ser en realidad simple u hogareño. Además, pueden apreciar que la percepción de belleza de un artista podría tener tanto que ver con el atractivo interior, el encanto o la belleza que con cualquier glamour o seducción exterior.
No quiere decir que el trabajo del artista, similar a la pornografía, no sea también evocador. Pero, a diferencia de la pornografía, no atrae exclusivamente a nuestros sentidos o apetitos carnales. También involucra nuestro sentido estético, nuestro juicio sobre cómo esta o aquella figura ilustra un ideal de belleza humana. La representación puede bordear el resumen o ser tan real como una fotografía intacta. Puede ser blanco y negro o en color. Masculino o femenino. Los humanos retratados pueden ser contemporáneos y reales, antiguos o míticos. Lo que finalmente determina el erotismo de la obra es cómo el artista (o, para el caso, autor o compositor) aborda su tema.
Hay una superposición sustancialmente mayor entre lo estético y lo erótico que lo erótico y lo pornográfico. Sin lugar a dudas, la erótica y la pornografía presentan al organismo humano de una manera sexualmente convincente. Pero el objetivo del pornógrafo es difícilmente ayudar a su audiencia (muy probablemente su) a regocijarse en la forma humana, o de alguna manera honrar la intimidad física o las alegrías de la carne. Más bien, el objetivo (por lo general, dejando poco o nada a la imaginación) es “encender” al espectador. Es menos evocador o sugerente que exhibicionista. El objetivo descarado es simple y directo: excitación y excitación inmediata e intensa.